Calle Melancolía
El anuncio de Zapatero de que habrá reforma “sí o sí” tiene una doble lectura. Puede entenderse como una forma de presionar a sindicatos y patronal para que flexibilicen posturas o como un aviso para que tiren la toalla en la consecución de un acuerdo consensuado.
Aunque la regulación del mercado laboral no es la panacea para resolver o paliar una crisis que generaron los especuladores con el beneplácito de quienes no supieron, o no quisieron, frenarles a tiempo, nos encontramos con que el Gobierno ya tiene “perfilado” el contenido de una reforma laboral que podría no contar, lamentablemente todo apunta en esa dirección, con la aprobación de unos sindicatos que, aunque últimamente devaluados, son la única garantía para los trabajadores.
Una reforma que va a afectar a diversos “aspectos esenciales del mercado de trabajo” y cuyo fin más inmediato parece ser el de calmar las agitadas aguas en las que se mueven los socios comunitarios.
Una reforma cuya fecha de aprobación se va a producir “casualmente” un día antes del último Consejo Europeo de la presidencia española, lo que podría considerarse como una “ofrenda” al Consejo.
Sindicatos, Gobierno y patronal son incapaces de alcanzar una acuerdo
Es evidente que los agentes sociales son incapaces de alcanzar el consenso. Si hasta hace unos días el margen para el acuerdo se vislumbraba lejano a fecha de hoy es ya inviable. Como telón de fondo del desacuerdo se alza la sombra alargada de una probable huelga general, una huelga que se convocaría “si la reforma laboral no ataca el desempleo, ni da oportunidades, no reduce la temporalidad y a su vez abarata el despido” (Toni Ferrer, secretario de Acción Sindical de UGT).
Lo más probable es que después de la reunión entre sindicatos, Gobierno y patronal del próximo día 9 la situación no varíe y tengamos que afrontar que la reforma laboral llegue finalmente a través de un decreto unilateral que parece responder al “grito de guerra” de Díaz Ferrán, “que legisle el Gobierno”, “que acometa la reforma que el país necesita” (donde dice país léase patronal).
Entre las pretensiones de Díaz Ferrán y de Herrero, el primero un “empresario modelo” y un “ejemplo a seguir” y el segundo su probable sucesor, está la de reducir derechos del Estatuto de los Trabajadores. Una pretensión lógica de quienes consideran a los trabajadores no como capital humano de una empresa sino como mano de obra barata.
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